Esto debería ser motivo de pausa para cualquiera que trabaje en un país como Haití. De hecho, lo fue para nosotros. Desde 1984, nos hemos centrado deliberada y estratégicamente en perseguir un modelo que desarrolle capacidades en personas unidas en una actividad productiva común que les permita producir bienes y servicios que satisfagan sus necesidades. Este no es un modelo de proyecto intervencionista multimillonario con cronogramas, actividades y presupuestos predeterminados (que, para que conste, nunca ha funcionado en Haití). Adoptamos intencionalmente un enfoque de desarrollo que fuera responsivo, participativo y sin límites de tiempo. Como creía mi padre: “El verdadero desarrollo debe estar en manos del pueblo. Si no es concebido por el pueblo, si no es propiedad del pueblo y no es administrado por el pueblo, seguramente fracasará”. Este tipo de enfoque no es adoptado por la megalomanía de la mayoría de las organizaciones o instituciones internacionales.